Hace quince años, cuando bajaba a comer, nadie me llamaba durante la comida, porque no tenía móvil. Quien me quería localizar tenía que hacerlo en el teléfono de la oficina, porque no tenía correo electrónico. Cuando me iba de vacaciones pegaba un par de telefonazos a la oficina desde una cabina, por si había algo importante.
Gestionábamos una red de cuarenta oficinas dispersas por toda España, y enviábamos las actualizaciones de software en disquetes de 1,44 Mb en valija. Cuando en alguna oficina había un problema, les pedíamos una copia de seguridad en cinta (cintas de 20 Gb) de la aplicación para cargarla en Madrid y hacer la depuración de errores correspondiente… ¡si acababa de ser lanzada la RDSI!
Hoy mi comida se ve amenizada por al menos tres llamadas diarias, más las que mis amables vecinos de mesa me obligan a escuchar. Leo correos en mi Blackberry a las once de la noche mientras veo House en casa, me llaman a cualquier hora para resolver un problema en al acto, me llevo de vacaciones la Blackberry, un portátil, la tarjeta 3G…
Actualizamos en remoto diariamente una red de 2000 PCs repartidos en todo el mundo, damos soporte a ordenadores en tiempo real desde una única sede, depuramos las aplicaciones sobre réplicas virtuales…tengo líneas de comunicaciones entre sedes de mayor capacidad que las de una LAN Token Ring de los ’90…
De acuerdo, es un tópico. Pero no ha habido en la historia del hombre una revolución tecnológica del calado y velocidad de ésta. Y los últimos quince años han sido los más brutales: la aparición masiva de Internet, el correo electrónico y la telefonía móvil han cambiado por completo la forma en que interactuamos con los que nos rodean.
¿Vivimos mejor o peor? Vivimos de una forma diferente. Tenemos mayor flexibilidad para mezclar nuestras vidas laboral y personal, con las ventajas e inconvenientes que ello conlleva. Es cierto que en determinados niveles de responsabilidad ambas vidas se difuminan y es difícil saber dónde acaba una y empieza la otra, pero no es menos cierto que todo apunta a que la tendencia es a cambiar el modelo de trabajo de horas por dinero al de responsabilidad por dinero. Si eso me permite ir a buscar a los niños al colegio, suena muy bien…aunque tenga que dejar de ver House.
¿Y cómo viviremos dentro de otros quince? Yo, lamentablemente, todavía no estaré jubilado. Pero estoy seguro de que estaré mucho tiempo en mi casa-oficina, de la que seguramente no necesite salir más que para eventos sociales ocasionales. Pero, ¿llegarán cables a mi casa? ¿Cómo serán los dispositivos, suponiendo que sean varios? ¿Volveremos a las empresas con el servidor corporativo? Servidor que correrá, obviamente miles de servidores virtuales con miles de escritorios virtuales… ¿o vivirán las empresas en la Web? ¿Morirá la Web asolada por millares de individuos que la convierten en un lugar más inhóspito e inseguro día a día? Probablemente ni el más imaginativo de nuestros gurús tecnológicos sea capaz de adivinar más allá del treinta por ciento de lo que nos espera a la vuelta de la esquina.
A mi, con queinventen el teletransporte, ya me vale…
