La competitividad europea en el panorama mundial pasa por la potenciación del sector de alta tecnología. Así lo afirma el nuevo estudio de A.T. Kearney, Rebooting the European High-Tech Industry, centrado en empresas TIC de servicios informáticos, hardware, software, equipos y servicios de comunicación, electrónica de consumo, semiconductores y componentes electrónicos, que estima los ingresos generados en este sector por las 100 primeras empresas del mundo en unos de 1.670 billones de dólares en 2012, (frente a los 1.590 billones de 2011), y a falta de los datos de cierre de 2013. De esa cifra, poco más del 10% lo generan empresas europeas.
Europa pierde terreno
“Europa destaca en el sector B2B, con algún que otro líder en sectores más pequeños que no llegan a los 100 primeros”, ha comentado Axel Freyberg, coautor del estudio y líder de la Práctica de Comunicaciones, Medios y Tecnología para EMEA de A.T. Kearney. “Pero, en conjunto, hay pocas empresas TIC europeas de las dimensiones suficientes para actuar como consolidadores en cada segmento, lo que deja a las demás vulnerables a que las compren grandes rivales de otras regiones”.
La contribución europea a las ventas globales va también decreciendo poco a poco. En términos de la tasa de crecimiento interanual que se proyecta entre 2011 y 2015, Europa (2,2 por ciento) crecerá menos de la mitad que Estados Unidos (5,2) y Asia (5,4), sobre todo en segmentos importantes como servicios, software, equipos y servicios de comunicación, hardware informático y semiconductores. “Las empresas europeas, especialmente los proveedores de servicios, están más sujetas a los vaivenes de la demanda regional que sus homólogas americanas y asiáticas, por lo que podrían perder cuota de mercado”, ha añadido Javier Navarro, socio de Telecomunicaciones de A.T. Kearney en Iberia.
Los motivos de la pérdida de terreno de Europa son múltiples, desde la fragmentación del mercado europeo y la escasez de financiación para que las empresas crezcan y ganen escala, a la falta de estrategias predicativas, innovación, ingenieros preparados y legislación laboral competitiva y flexible, y a la ausencia de alianzas estratégicas entre la UE y las empresas, así como entre las empresas.
La Comisión Europea ha identificado muchas de estas deficiencias y trata de dar respuestas mediante el programa “Horizonte 2020”, encargado en 2013, así como diversas iniciativas adicionales. “Estos esfuerzos tienden a quedarse cortos, centrándose en la financiación de la investigación, la comercialización y, últimamente, en la incubación de empresas”, dice Navarro. “Falta un plan estratégico en el que la UE apueste por el crecimiento de los sectores prometedores de las TIC, con una política industrial diseñada para que los actores principales mantengan y amplíen posiciones, y adquieran escala”. Si no se emprende ya una acción decidida, la industria europea de alta tecnología seguirá su declive, lo que afectaría a la vitalidad, la competitividad y la prosperidad del continente. “Se necesita más liderazgo paneuropeo, definitivamente no menos”, concluye Navarro.