En base al último Estudio sobre Indicadores de Innovación 2016 elaborado por la UE, España es, junto a Lituania, el tercer país que más ha retrocedido en innovación desde el inicio de la crisis hace nueve años, sólo por delante de Rumanía y Hungría. Desde entonces, el rendimiento en I+D por parte de las compañías españolas ha disminuido una media próxima al 1%, en concreto el 0,8%.
¿A qué se debe esta situación? Falta de recursos y financiación, ecosistema poco emprendedor, formación poco enfocada a las nuevas tecnologías, y, por encima de todo, barreras culturales no solo de nuestro país sino de buena parte de nuestras organizaciones.
Así, Visualizamos, empresa especializada en innovación y cambio cultural, ha entrevistado a responsables de diferentes multinacionales de sectores tan variados como el bancario, distribución, seguros, tecnología, comunicaciones, consultoría, etc., para elaborar un “Top Ten” de las frases anti-innovación más sonadas:
- “¡Somos líderes en nuestro sector!”
En España sólo se innova cuando una organización se siente vulnerable. ¿Cuáles son los riesgos de esta política? Si una empresa se considera imbatible perderá la capacidad de fijarse en todos los aspectos en los que podría mejorar perdiendo, así, una oportunidad de impulsar su eficiencia.
Por otro lado, en caso de que fuese cierto, de que la compañía fuese líder indiscutible en su sector, no se puede obviar el hecho de que estar por delante de los competidores es una llamada a la acción para un ‘ejército’ de jóvenes emprendedores que, desde su ‘garaje’, están preparando todo un ‘arsenal’ para acabar relegando a las compañías líderes –por ahora- a un segundo o tercer plano.
- “Céntrate en lo que nos da dinero”
“Ordeñar la vaca no siempre funciona”. Una mirada cortoplacista impedirá contemplar el horizonte. No hay nada mejor que una visión a largo plazo lo suficientemente ambiciosa como para que haya un equipo de trabajadores planificando y ejecutando para llegar hasta allí. Comprometerse con los buenos resultados no debería significar olvidarse de ‘la madre’ de todas las preguntas de los departamentos de innovación: “¿De qué viviremos cuando no podamos vivir de lo que hoy nos da de comer?”.
- “Google y las puntocom no fabrican nada”
Puede ser más o menos cierto, pero poseen una creatividad que ha conseguido retar a los negocios de toda la vida. La revolución digital es imparable y no se debe ignorar su alcance. Compartir la metodología de las startups y replicar sus procedimientos es un proceso que debería ocupar un espacio relevante en todas las grandes corporaciones. Aquellos que piensen que la innovación se puede comprar a golpe de talón se equivocan. Las startups se pueden comprar… hasta que causan la ruina. El objetivo de una gran compañía es tener un espíritu de startup en el interior de un cuerpo corporativo. El corazón y el cerebro de una multinacional pero con unas piernas que se mueven a velocidad de startup, esa sí es una combinación ganadora.
- “Los de arriba dicen pero luego no hacen”
Cuando los altos directivos declaran de forma solemne: “hemos entrado en una nueva época y nada será igual”… pero siguen haciendo las mismas cosas de siempre. Algo que, por cierto, acaba por minar la confianza de los equipos.
De alguna manera, la innovación es como el amor: ya no se declara, sino que se hace. La mayor obligación que tienen los líderes de las grandes empresas es la de dar ejemplo: menos hablar y más hacer. Como ocurre cuando uno es un niño y observa a su padre: sus palabras se olvidan, pero su ejemplo sacude por dentro.
- “Nadie te está apuntando con una pistola… si no estás de acuerdo ahí tienes la puerta”
Una frase tipo de aquellos que entienden las relaciones laborales bajo el paradigma de la autoridad: o conmigo o contra mí. Las organizaciones lideradas bajo el modelo autocrático apenas innovan puesto que no se admite la confrontación de ideas. Si no está permitido cuestionar lo que viene de arriba, será muy difícil encontrar soluciones disruptivas, nadie se atreverá a exponer en voz alta propuestas que se salgan del guión. Los jefes que aman el “sí, Bwana” deberían ser conscientes de que las personas que les dan la razón tan solo demuestran amor por sí mismos. En definitiva, la jerarquía y la complacencia son elementos culturales que actúan en contra de lo que debería ser un “equipo innovador”.
- “¿Por qué no organizamos un concurso de ideas?”
Organizar un concurso de ideas en una empresa es similar a buscar un bebé cuando la pareja está atravesando una crisis… mejor que no. En primer lugar, porque no va a solucionar el problema. Si la empresa no es innovadora, no pasará a serlo por organizar un concurso. Y por último, porque suele terminar mal.
Es una cuestión de gestión de las expectativas: ¿cuáles son las promesas que se hacen a raíz de este concurso, no solo con los ganadores, sino con toda la organización? No se debe tener un niño si se tiene problemas en la relación. Se debe solucionar primero las contrariedades, superar la crisis y, una vez se haya solventado, seguir hacia delante. Punto. En el apartado de la innovación este proceso se concreta en tres pasos: mapear la cultura de la organización para detectar las barreras que existen para innovar, dinamitar estos muros y, ahora sí, crear un producto innovador.
- “Si la cagamos, van a rodar cabezas”
Seña de que el miedo al fracaso está muy presente en las empresas. Las personas no se arriesgan si temen las consecuencias, así de sencillo. Los proyectos de innovación, al igual que ocurre con las startups, tienen un alto nivel de incertidumbre… muchos se quedan por el camino. Hay organizaciones que tienen muy claro que si la idea no sale bien la recompensa es el aprendizaje, por ello se inventó la metodología Lean, para que esa instrucción no acabe con la organización. Lamentablemente aún existen muchas instituciones en las que el fracaso de un proyecto significa “pagar los platos rotos”.
- “Aquí siempre se ha hecho así”
La frase de aquellos que utilizan constantemente la expresión “la curiosidad mató al gato”. Y es que todavía existen profesionales que defienden la repetición de los procesos de forma rutinaria sin que se permita que se hagan preguntas incómodas del tipo: “¿por qué hacemos esto de esta manera?” No se sabe si la curiosidad pudo matar al gato, pero lo que sí se conoce es que su ausencia ‘ha matado’ a un buen número de empresas.
- “Ese es vuestro problema, no el nuestro”
Tener una cultura de la colaboración es una de las cuestiones clave que determinan el nivel de innovación de una empresa. Si no se colabora entre diferentes áreas de negocio se produce esa ralentización tan acusada en las grandes organizaciones… mientras la competencia pasa ‘como un rayo’ por el carril de la derecha.
- “No te pagamos para que pienses”
Las empresas prefieren en realidad que sus empleados no ‘le den mucho al tarro’. Aunque los directivos piden a todo el mundo que tenga iniciativa, lo cierto es que piensan que las ideas han de venir de arriba. Cuando se delibera así se desconoce que todos pueden innovar, por muy diversas que sean sus funciones en la organización. Por ejemplo, cualquiera podría indagar en los problemas aunque las soluciones se reserven para aquellos que tengan una visión global o a los que posean los conocimientos técnicos. Participar en los proyectos de innovación, formando equipos heterogéneos que impulsen la visión plural de los retos de la compañía es siempre una actividad rentable. Y sí, a la plantilla se le paga también para que piense.