Vivimos en una época en la que parece que la tecnología nos ha invadido nuestro espacio, nos ha desplazado de nuestro entorno o, incluso, vivimos con ese sentimiento de que algún día podríamos ser sustituidos por máquinas o robots que serán capaces de pensar y moverse como nosotros, ¿verdad?
Más allá de esta incertidumbre negativa o positiva según los ojos por los que se mire, tenemos que preguntarnos si realmente estamos preparados para asimilar y poder ser competitivos en el mundo hacia el cual nos dirigimos.
Para esta pregunta solo hay una respuesta, es más, deberíamos ser aún más concretos y asumir que solo hay un camino: la educación. ¿Realmente estamos preparando a nuestros alumnos para ese futuro? ¿Para esas profesiones que aún no existen pero que ellos tendrán que desempeñar o informarles de que habrá profesiones que desaparecerán?
Deberíamos intentar hacernos esa pregunta a menudo y entonces nos daremos cuenta de que los alumnos son grandes consumidores de tecnología y que parece que ya con eso, tienen la etiqueta de que serán grandes ingenieros, matemáticos, informáticos o grandes creativos. No más lejos de esa realidad debemos ser conscientes de que la tecnología no es lo mismo que saber usarla y, sobre todo, aún más importante, saber aplicarla.
Si trasladamos todas estas ideas a la educación, es decir, a los colegios, las aulas, profesores, alumnos, etc. parece en muchos casos que tenemos que introducir la tecnología con calzador dentro de la clase; “es el futuro y esto hay que darlo”. Pero, ¿debería ser así?
La base de la educación siempre ha sido y será la metodología usada por el profesor y, en base a este concepto, debe girar todo lo demás. La tecnología parece que viene a sustituir y no es verdad. La tecnología llega a las aulas para aportar, para acompañar, para mejorar las asignaturas. Todo esto viene de la idea de que “La Tecnología educativa debe adaptarse a la metodología de aula” y nunca al revés.
Cada vez debemos tener más claro que los recursos más novedosos o las plataformas más impresionantes no nos garantizan dar una buena clase ni, mucho menos, que nuestros alumnos aprendan o entiendan.
Muchas veces los recursos digitales más sencillos nos dan excelentes resultados porque nos proyectan perfectamente nuestra idea en el aula
Poder Gamificar en el aula o realizar un Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) ayudándonos de herramientas digitales es algo sensacional, pero tengamos claro que esto no son conceptos nuevos, no los ha traído la tecnología. Así pues, siempre se ha podido jugar en el aula y desde siempre se ha podido trabajar en equipo, pero lo que ha hecho la tecnología es facilitarnos este camino, nos ha hecho de estos conceptos algo más atractivo, no solo para los alumnos sino también para los profesores.
La idea de usar la tecnología como “puente transversal” entre las diferentes asignaturas es una opción que debemos usar, apoyándonos en proyectos para recorrer ese camino e intentar ser transversales dentro de las mismas. Hoy en día tenemos recursos suficientes como para unir materias tan diferentes como Matemáticas, Arte, Idiomas, Física o Lengua dentro de un mismo proyecto. Además, los recursos tecnológicos nos permiten trabajar con objetivos reales, que mejoran entornos, situaciones o incluso nos enseñan valores como solidaridad, respeto, compañerismo o emprendimiento.
Finalmente, no podemos olvidar que en todo este proceso y en estos tiempos donde la tecnología juega un papel fundamental en el aula, la focalización se da en una figura: el profesor. Es evidente que en muchos casos ya no es la única fuente de conocimiento en el aula, sobre todo en clases donde se trabaja con dispositivos conectados a internet, pero sigue teniendo un papel esencial que nunca debe perder, que es el de guiador o mediador en toda esa información que le llega al alumno.
Sin duda, la unión de todo esto hace que gracias a la Tecnología y no a “La Gran Tecnología” vayamos cambiando poco a poco la educación en un camino en el que educar e innovar vayan de la mano.