A fecha de hoy, las autoridades educativas dan por hecho que la docencia virtual obligada por la crisis del coronavirus va a suponer un enorme reto para mantener la calidad de la enseñanza. A fin de que el impacto sea el menor posible, autoridades, entidades y centros trabajan a contrarreloj, y ya se han dado a conocer las primeras iniciativas para facilitar los medios técnicos necesarios.
Pero, ¿podrán soportar las infraestructuras que poseen los centros el volumen descomunal de datos que se van a generar, tanto ahora como en el futuro? La elección de una infraestructura que permita almacenar, gestionar y proteger todos estos datos ya no es simplemente una decisión estratégica; es una decisión capital.
¿Podrán soportar las infraestructuras que poseen los centros el volumen descomunal de datos que se van a generar?
Según cifras del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, durante el curso 2018-2019 un millón y medio de alumnos cursaron estudios universitarios en España, de los cuales solo un 16% lo hizo a distancia. Pero la epidemia del coronavirus ha obligado a suspender las clases, y toda la enseñanza es ahora telemática, lo cual ha cogido de improviso a las entidades y centros docentes, que se ven ahora obligados a reorganizar su didáctica y también su tecnología. Un reto titánico.
Para poder desarrollar la enseñanza digital, lo primero que se necesita es una plataforma o campus virtual, algo con lo que ya cuentan todas las instituciones educativas. De hecho, la semana pasada la Conferencia de Rectores (CRUE) y el Ministerio de Universidades presentaban una plataforma de “Universidad en casa” para ayudar a los profesores en este repentino cambio a la docencia virtual.
Pero ¿podrán soportar las infraestructuras de que disponen los centros el volumen de conexiones, datos intercambiados, ubicaciones físicas, etc. que van a ser necesarios? Y no solo para respaldar el sistema, sino para hacerlo con la suficiente eficiencia como para ofrecer una experiencia que no desmerezca respecto a la formación presencial. Sin ir más lejos, Educamadrid publicaba recientemente en su canal de Twitter que había pasado de gestionar algo menos de 500.000 emails el jueves 5 de marzo a más de 2.200.000 el jueves 19.
Educamadrid publicaba recientemente en su canal de Twitter que había pasado de gestionar algo menos de 500.000 emails el jueves 5 de marzo a más de 2.200.000 el jueves 19
Retos y soluciones
El reto, como decía, es titánico. Porque, más allá de la implementación de las herramientas típicas de la educación digital, la clave será contar con la infraestructura adecuada, con sistemas y servicios que puedan dar soporte, por ejemplo, a la carga de trabajo telemática que se prevé. En muchos casos, el sistema no solo tendrá que soportar la conexión y el intercambio de datos en las sucesivas sesiones, sino que dichas sesiones habrán de ser grabadas de manera persistente para quedar a disposición de los estudiantes. Manejar estas y otras necesidades que se van a presentar en los próximos días y, sobre todo, predecir las que se darán a medio y largo plazo, es ahora esencial para las entidades y centros docentes. En este sentido, Rafael Garesse, presidente de CRUE I+D+i y rector de la Universidad Autónoma de Madrid, defendía recientemente la necesidad de crear “procedimientos y métodos que perdurarán incluso después de la crisis del COVID-19”.
Así las cosas, tratar de poner parches a una situación que lo va a cambiar todo puede ser no solo insuficiente, sino incluso temerario. Limitarse a comprar nuevo hardware o invertir horas y horas en desarrollo no parece la mejor solución a medio plazo. La elección de una infraestructura que pueda soportar toda la cantidad de datos que va a ser necesario almacenar, gestionar y proteger, tanto ahora como en el futuro, ya no es solo una decisión estratégica; es una decisión capital.
En el terreno del almacenamiento, por ejemplo, ante una nueva sociedad que va a producir y consumir datos en magnitudes de Exabytes, los sistemas tradicionales, diseñados para manejar unos cuantos Terabytes, son ya una solución inviable, porque los costes de hardware se disparan en cuanto nos acercamos a la escala Petabyte. Al mismo tiempo, han ido surgiendo nuevos modelos definidos por software que aportan a las entidades educativas una solución más eficiente y menos costosa que los sistemas tradicionales, y que gracias al uso del machine learning a inteligencia artificial ofrecen niveles de rendimiento, capacidad y disponibilidad sin precedentes. En el caso de Infinidat, una sola cabina InfiniBox puede aportar más de diez Petabytes de capacidad, con latencia por debajo del milisegundo, y con la posibilidad de consumir sólo la capacidad necesaria (lo que se ha bautizado como Capacity On Demand), o mediante un modelo puro de pago por uso con una única factura mensual por el total de almacenamiento consumido.
Hablamos mucho del enorme problema de salud que asola España, pero también hemos de pensar que tenemos a más de 10 millones de estudiantes en sus casas para los que se requieren soluciones audaces e inteligentes. Las infraestructuras elegidas e implementadas para darles soporte, en el marco de un ecosistema docente que ha estado típicamente basado en los estudios presenciales, van a ser a partir de ahora un elemento crítico de nuestra sociedad.