Marzo se ha presentado lleno de dudas, de temores más bien, que hacen temblar los cimientos de la sociedad actual y llenan de oscuros presagios el mundo que conocemos. No es un mes, como el de otros años, en el que podríamos analizar si el sector tecnológico ha crecido en uno u otro tanto por ciento o si el MWC de Barcelona ha recuperado esa normalidad añorada tras dos años de penurias marcados por la covid. El pasado 24 de febrero puede considerarse un día fatídico para todos nosotros después de la ofensiva rusa para invadir Ucrania. Este hecho está poniendo en peligro a la humanidad por los efectos catastróficos que podría tener un desenlace “con consecuencias nunca vistas”. La incertidumbre está sobre la mesa a la espera de acontecimientos. Pero mientras tanto, sobre el terreno, la realidad es la que muestran todas las guerras: muerte y exterminio, junto con miles de refugiados llamando a las puertas del país vecino. Desgraciadamente, es una situación ya vivida a lo largo de la historia en innumerables oportunidades por culpa de la mente desequilibrada de turno; en esta ocasión, con el añadido de encontrarnos amordazados por una pandemia global. Pero muestra también la escasa capacidad de influencia de la Unión Europea, liderada por dirigentes mediocres y debilitados. Una impotencia diplomática que basa su discurso en exportar valores y principios que son esparcidos por el viento. Mientras tanto, la evidencia es que la OTAN saldrá reforzada y que China deshoja la margarita ante su posible pérdida de peso en su competencia con Estados Unidos en el ring de la economía, la innovación y la tecnología.
Esta realidad nos llega de bruces: prensa, radio y TV son teloneros de una información en tiempo real. Es la guerra de TikTok, Facebook, YouTube, Instagram y Twitter, de Internet y de los teléfonos inteligentes… y de la ciberguerra. El tanque ruso ya viaja por la red. Rusia tiene una alta distinción como ciberpotencia y no debe descartarse un ciberataque masivo sobre Ucrania. La realidad última es que hay que parar a Putin y sus ansias zaristas de expansión antes de que sea demasiado tarde.