Las tecnologías exponenciales están configurando un universo cotidiano cada vez más próximo a esas películas de ciencia ficción que tanto nos asombraban hace unos años por lo espectacular e inverosímil de sus planteamientos y que hoy miramos como quien consulta la cartelera de espectáculos para informarse de las novedades de la semana.
Una de esas novedades es la Realidad Mixta. Una tecnología que tiende puentes entre los dos entornos en los que se desenvuelve el ser humano. El físico, el escenario de nuestras peripecias de los últimos 2,5 millones de años; y otro que solo lleva con nosotros unas pocos decenios, el digital. Esas dos realidades se disputan amigablemente nuestra atención, sin interferir demasiado la una con la otra. Son como dos dimensiones complementarias, vigilia y sueño, del universo complejo y múltiple en el que habitamos.
Cada una de estas realidades tiene sus propios códigos y sistemas de comunicación. Con la realidad convencional el ser humano interacciona por medio de los sentidos, de una forma natural y desarrollada intuitivamente a lo largo de la evolución. Mientras que nuestra manera de comunicarnos con el mundo digital es a través de una serie de lenguajes aprendidos y dispositivos como teclados, ratones, pantallas o botones, muchos de los cuales son herencia de nuestras primeras conversaciones con las máquinas.
Pero a medida que nuestro universo digital crece en complejidad y nos ocupa cada vez más cuota de atención, empieza a solaparse con esa realidad convencional. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que necesitamos formas más naturales e intuitivas para relacionarnos con lo digital. Ya no queremos ser bilingües porque no resulta práctico. Preferiríamos utilizar un único idioma para desenvolvernos en un mundo en el que las fronteras entre lo físico y lo virtual se difuminan.
Es ahí donde entra en juego la Realidad Mixta. Un paraguas en el que tienen cabida numerosas tecnologías y soluciones, pero todas ellas guiadas por el mismo objetivo: fusionar esos dos universos, hasta el punto de que a veces resulta difícil distinguirlos.
Los contenidos tridimensionales, que consiguen una representación digital del mundo físico es uno de los elementos que hacen de la RM una herramienta tan versátil. La simulación de objetos a través de hologramas superpuestos en imágenes reales ofrece multitud de posibilidades en campos tan distintos como la asistencia remota, la experiencia de cliente/paciente o la formación.
Imaginemos, por ejemplo, lo que supone en términos de agilidad, ahorro de costes y eficacia una consulta técnica remota en la que, gracias a unas gafas HoloLens, el experto puede marcar al usuario el botón que debe accionar dibujando un círculo sobre la misma imagen tridimensional de la máquina que ambos están visualizando, uno en la distancia y el otro ante el propio dispositivo.
Al margen de sus aplicaciones, otra de las grandes aportaciones de la realidad Mixta es la manera en que renuevan los registros idiomáticos con esos entornos a medio camino entre lo virtual y lo real. En dispositivos móviles, por ejemplo, el tacto sigue siendo el registro más empleado. Pero la llegada de los entornos holográficos humaniza aun más esa interacción, al incorporar el gesto, la mirada o la voz, todos ellos recursos naturales y procedentes de entorno físico.
Estos elementos convierten la experiencia de Realidad Mixta en algo tan natural como mirar un objeto, cogerlo con la mano y trasladarlo a otro sitio. Por ejemplo, unas gafas HoloLens están dotadas con cámaras internas que detectan la dirección de nuestra mirada y usan esa información como si fuera el puntero de un ratón que señala la siguiente acción a realizar.
La capacidad de la Realidad Mixta para traducir a lenguaje físico las instrucciones digitales es la que hace de esta tecnología una de las más revolucionarias, y también una de las más apasionantes y amigables a nivel experiencial. La Realidad Mixta y sus numerosas aplicaciones en el mundo del trabajo y en la vida cotidiana podrían hacer que muchas personas con fobia tecnológica aparquen sus miedos y se suban a la ola digital. Porque a todos nos genera confianza y tranquilidad encontrar a alguien (o a algo) que habla nuestro mismo idioma.