Los españoles pagamos, en promedio, un 16 por ciento más que el resto de ciudadanos de la Europa de los 25 por hablar por el móvil. Son datos que publicó la Comisión Europea en la décima edición de su informe sobre la regulación y mercados de las comunicaciones electrónicas en Europa, referido al año 2004.
El estudio define tres cestas por volumen de consumo, y sólo en la de gasto más bajo los operadores españoles son un 13 por ciento más baratos que el promedio. En cambio, las cestas de gasto medio y alto cuestan, respectivamente, un 22 por ciento y un 20 por ciento más que la media europea.
Las altas tarifas y la escasa diferenciación en precios que caracterizan al mercado español de telefonía móvil responden a una estructura de oligopolio, en la que tres grandes operadoras se reparten el mercado gozando de altos niveles de rentabilidad.
El espectro celular es un bien escaso, y está repartido en pocas compañías, por eso se plantea la forma de compartirlo para introducir competencia. La separación entre la infraestructura y comercialización del servicio, es decir, la desintegración vertical del mercado, es una opción interesante para introducir competencia en el mercado. Por ello, la entrada de los operadores móviles virtuales (OMV) o MVNO por sus siglas en inglés, Mobile Virtual Network Operators se constituye como un elemento dinamizador de la competencia.
A este tipo de operadores se les llama virtuales porque, físicamente, no están en el espacio radioeléctrico. Normalmente, los OMV operan sin una infraestructura de red propia. Ofrecen servicios de telefonía móvil a sus clientes a través de las redes de las operadoras existentes, a quienes compran tráfico en la red para revenderlo a sus propios clientes. Se trata de una figura que ya existe en telefonía fija y que en el acceso a Internet se materializa en el proveedor de servicios o ISP (Internet Service Provider). La entrada de estos agentes añade competencia al sector y suele traducirse en una bajada de las tarifas. Además, como estas compañías no tienen que invertir en infraestructuras de redes, suelen completar la oferta a sus clientes con algún tipo de servicio de valor añadido.
Bajo este esquema de negocio conviven distintos tipos de operadores, desde los más simples revendedores, que no dan más servicios que el operador al que le compran los minutos, hasta los más complejos, que operan con marca propia y productos diferenciados.
Aunque la figura del operador móvil virtual fue creada por orden ministerial en marzo de 2002, no existe ni ha existido en el mercado español ningún operador de estas características. Sin embargo, en Europa existen actualmente más de cien OMV. Según la consultora IDC, estas compañías sumaban en 2004 un total de 8,6 millones de clientes, y se espera que el número de abonados se multiplique prácticamente por seis en 2009, alcanzando los 47,1 millones de clientes.
Los resultados obtenidos en Francia, Reino Unido, Bélgica o Finlandia, donde los OMV son una figura consolidada dentro del sector, han sido diversos: algunos países han registrado efectos negativos como un descenso de la inversión o un deterioro de la calidad del servicio, mientras que otros se han beneficiado de su existencia con un descenso considerable de las tarifas y con un aumento de la penetración de los servicios de telefonía móvil.
En algunos casos, las compañías tradicionales incluso han llegado a incrementar sus ingresos gracias a la introducción de los OMV en el mercado. Orange, SFR o Vodafone, por ejemplo, tienen acuerdos con los OMV, cuya estrategia se centra en nichos de negocio, mediante la especialización por perfiles de clientes, contenidos y zonas geográficas.
Aunque todavía no hay medidas concretas, el Gobierno ya ha hecho pública su intención de analizar la competencia en el sector de la telefonía móvil y las trabas a la aparición de los citados operadores móviles virtuales. Según un estudio de Gaptel, el principal obstáculo se encuentra en la normativa actual española. Más concretamente en el principio de no discriminación, en virtud del cual un acuerdo de precios al por mayor con un OMV por parte del operador de red hacerse extensible a cualquier otro entrante, sin considerar las condiciones de aportación de valor en cada caso.
Los precios a los que los operadores de red venden minutos a los OMV pueden estar regulados o bien ser fijados mediante acuerdos comerciales entre ambos operadores. Esta segunda opción es la más extendida en Europa. Expertos de Gaptel consideran que para el caso español no sería adecuada la fijación de un precio mayorista por parte del regulador, debido a que esto iniciaría una competencia en precios y una consecuente disminución de márgenes, dando lugar al abandono de numerosos agentes del mercado. Bajo este escenario, solo quedarían aquellos operadores grandes que disfruten de economías de escala. O sea, los que hay ahora.
Por ello, es necesario revisar la aplicación del principio de no discriminación, de forma que los OMV puedan surgir sobre la base de acuerdos comerciales con los operadores de red. En estas circunstancias los precios descenderían y la innovación en servicios y terminales se vería incrementada en base a la libre competencia en el mercado.