La empresa actual es un crisol de tecnologías. Un hábitat donde conviven dispositivos de toda especie y condición. Y ya no es la empresa la que impone las reglas del juego, toda vez que los usuarios han tomado parte activa en la decisión de compra y adquisición de smartphones y tabletas personales, que luego terminan integrándose en el parque corporativo por la lógica del uso y tráfico de la información. Una marea a la que los comités de dirección no pueden sustraerse, poniendo puertas al campo.
El BYOD es una fuerza a la que resulta inútil resistirse y que por el contrario hay que redireccionar en provecho de la organización. Ahí es donde entran en juego las herramientas de gestión de dispositivos móviles y las políticas de seguridad que garanticen el uso adecuado de las aplicaciones. La gran variedad de sistemas operativos y sus diferentes versiones, (IOS, Android, Windows Phone, etc.) así como de dispositivos en permanente renovación, no hacen sino complicar la madeja, que va creciendo sin control en muchos casos. Por ello, resulta una prioridad para las compañías establecer una estrategia global que contemple todas las aristas de este fenómeno, que defina las políticas de uso y que establezca todos los requisitos de protección y seguridad. Muchos proveedores TIC cubren estas necesidades con soluciones de MDM que permiten gestionar el acceso autorizado a los dispositivos, la sincronización ágil y automatizada de los datos, y evitan la mala práctica de la compartición de documentos.
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