Este centro bilingüe ubicado en Las Rozas ha desarrollado un molino de energía eólica, de la mano de la Fundación Carpio Pérez, que dotará de electricidad a la Escuela Eretore, en aquel país africano. Tras pasar las primeras fases del Proyecto RetoTech y recibir de la dotación unos kits de robótica, en los que se incluyen impresoras 3D Witbox y una bobina de PLA, los estudiantes del Colegio Europeo de Madrid, organizados en equipos, mostraron “gran entusiasmo” en el trabajo de equipo. Enma Pérez relata cómo el centro ha ido avanzando en el terreno de la innovación: “En 2015 se creó el laboratorio digital European Valley, un modelo transversal para trabajar con todas las asignaturas aplicando las tecnologías”. Aunque el trabajo en equipo es la consigna del centro, el peso de los proyectos recae en Jorge Calvo, responsable de Nuevas Tecnologías e Innovación y de los Proyectos Educativos de European Valley. Como explica Calvo, “queríamos que los alumnos viesen la tecnología como una herramienta más para enfrentarse al mundo laboral de mañana. Nuestros objetivos siempre son reales, trabajamos en cosas que los chicos van a poder palpar. Colaboramos en proyectos con empresas, con la última tecnología, que deja de ser una asignatura como tal”. Ya sea en Historia, Matemáticas o Ciencia, “intentamos introducir Inteligencia Artificial, programación, impresión, diseño, de manera que el nivel de formación e involucración del alumnado sea completa”.
Aunque no hay dependencia con un proveedor tecnológico concreto, el Colegio Europeo utiliza herramientas de Samsung, Microsoft y Open Source, para poder desarrollar todo tipo de proyectos.
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Un ordenador por alumno
Hace ocho años se puso en marcha la campaña ‘1 ordenador 1 alumno’ que se basó inicialmente en portátiles y hace cuatro años, se introdujo la tableta iPad, “no por una cuestión de mercado, sino porque el canal educativo de Apple nos resultó más interesante. El dispositivo se guarda en armarios hasta que los alumnos cumplen 10 años, y a partir de ahí forma parte de su mochila”. Aparte de charlas de concienciación del uso de los ordenadores, el colegio cuenta con un curso de programación y robótica desde los seis años basado en Lego y Scratch. “Los chicos están habituados a la tecnología pero tienen que aprender a ser usuarios. Los padres se preocupan con razón; nosotros les acompañamos en el uso responsable de las tecnologías”, abunda Emma Pérez Madorrán. El colegio lleva por detrás una estructura de red y de gestión bastante alta, al nivel de una empresa. Así lo explica Jorge Calvo: “Tenemos tres tipos de restricciones. Cuando se conectan a la red del colegio hay una serie de permisos de uso. Se introducen limitaciones en la misma tableta iPad a medida de los padres y, en último término, hay una serie de servicios para que fuera del centro los dispositivos se encuentren monitorizados”.
¿Adiós a los libros?
La directora puntualiza que “no todo es digital, hay que preparar a los muchachos para las pruebas de selectividad”, lo que implica que no pueden abandonar la metodología convencional de aprendizaje, si bien “tenemos un compromiso con los familiares de usar el iPad un 30% de la jornada”. También utilizan pizarras electrónicas desde hace tiempo, “un recurso muy atractivo para ellos, habituados a mirar el mundo a través de la pantalla. A través de gafas y camisetas especiales pueden experimentar la composición del cuerpo humano”, añade. Otro ejemplo ilustrativo es poder estudiar las pirámides de Egipto mediante un sistema inmersivo, y que se puede complementar entre los diferentes profesores de materias relacionadas como Historia Física o Matemáticas. Esta tecnología permite una aproximación multidisciplinar a los conocimientos.
Ambos docentes confirman que este modelo de enseñanza hace que el nivel de motivación entre los alumnos sea muy alto. De la misma manera, el concepto de deberes y exámenes se va balanceando dentro del Colegio Europeo. “Hay exámenes tipo test cerrados con autocorrección y hay otros de carácter tradicional en los que los estudiantes tienen que ejercitar la redacción y seguir con la lectura de obras clásicas como El Quijote o El sí de las niñas”, señala la directora. En el caso de los exámenes de TIC, a cargo de Jorge Calvo, “al estar enfocados en la nube, los oriento de una forma más práctica, a través de retos en los que ellos trabajan con un tiempo limitado y que pueden realizar tanto en clase como en casa”.
La metodología de trabajo en las aulas cambia diametralmente con este enfoque tecnológico. Los empleos también han operado su transformación y en este centro consideran que hay que educar al alumno para el futuro. “¿Qué pensaríamos si se operara ahora con tecnología del siglo XX? Estamos en el siglo XXI y todavía vemos aulas que mantienen las mismas características del pasado. El modelo de educación tiene que cambiar. Hay muchas propuestas por proyecto. El profesor lanza retos al alumno que tiene que resolverlos con ayuda de la web”, argumenta Enma Pérez, que considera que a nivel general, el nivel tecnológico de los docentes deja que desear. “En algunos colegios públicos llega una nueva remesa de ordenadores y sucede que los anteriores todavía siguen sin desempaquetar”. Aunque no pueden concretar un presupuesto tecnológico, Jorge Calvo piensa que “invertir en tecnología no es caro. No es necesario realizar grandes inversiones, estas pueden ser escalables y se escalan porque hay formación y fases de desarrollo específicas que cubrir. Los colegios pueden ir cambiando su metodología de forma paulatina sin sobrecostes”.