Puesto a destacar algo, para mi trascendental, es la consolidación del propio sector como un componente decisivo y de importancia creciente en la economía española.
Y ello, a pesar de ser ignorado aún como tal en las estadísticas oficiales, que lo reparten en diversos epígrafes, que impiden valorar su real peso en comparación a otros como la construcción o el turismo. Esto lo remedian encomiablemente, las organizaciones patronales, no siempre con igual criterio ni homogeneidad, y no deja de ser una limitación, sobre todo cuando, como consecuencia de la crisis del sector inmobiliario, se buscan desesperadamente nuevas locomotoras que tiren del desarrollo del país.
¿Cuánto tiempo hace que no se publican en España unas tablas ‘input-output’, que permitan valorar comparativamente los sectores económicos, y sus interacciones? Sólo así se percibiría la real importancia de un sector como el de las TIC, que todo lo penetra y transforma, haciéndolo más eficaz, inmediato y productivo.
Una consecuencia nada desdeñable de lo anterior, es que las TIC se han convertido en un campo de innovación y negocio en sí mismas. Y no estoy pensando sólo en las grandes multinacionales, algunas bisoñísimas también si se mira su antigüedad; sino en miles de pequeñas y medianas empresas, que generan empleo cualificado, producen buenas rentabilidades y colaboran eficazmente en el buen funcionamiento de la economía en su conjunto.
Y esto es posible gracias al llamado ‘ecosistema de la innovación’, que va: desde la universidad, fomentando el espíritu empresarial en los estudiantes, y creando especialidades cada vez más avanzadas; hasta las asociaciones tipo ‘business angels’, que apoyan, no sólo con dinero, cualquier iniciativa que tenga un mínimo de consistencia; pasando por los medios de comunicación profesionales que animan el ambiente; y llegando a los fondos de capital-riesgo que aportan los medios financieros necesarios.
En este ‘ecosistema’, tienen perfecta cabida, cómo no, sobre todo en Europa, los Gobiernos y entes públicos. Si para muestra vale un botón destacaría el evento llamado Innovate, que se celebra desde hace varios años en Zaragoza, patrocinado por el Ayuntamiento de la ciudad y el Gobierno de Aragón y que durante tres días da la oportunidad a los creadores de una veintena de empresas, alguna española, seleccionadas entre más de doscientas de toda Europa, de contar a posibles inversores, especialistas y posibles usuarios, sus proyectos.
Una cosa muy destacable de este fenómeno, es que detrás de estas mini empresas hay casi siempre una idea de uno o varios emprendedores, que prefieren apostar a la incertidumbre de sacarla adelante, sin capital casi siempre, pero con la ilusión de alcanzar el oro en este nuevo ‘far-west’, a otras alternativas de empleo más conservadoras o estables. Muchos lo consiguen y acaban siendo dueños de auténticos emporios. Se dirá que esto es posible en otros sectores, pero como diría Negroponte: en otros hacen falta átomos (locales, solares, maquinaria, naves…); y en éste casi basta, al menos para empezar, con una buena idea y unos pocos bits (un PC).
Es verdad, que la explosión de la burbuja tecnológica dejó dañada la imagen de muchos de estos negocios, pero a mi juicio se ha aprendido la lección. Hoy se habla de nuevas ideas, no de nuevos modelos de negocio. Lo importante, aparte de la idea, sigue siendo lo de siempre: ingresos, rentabilidad y retorno del capital invertido. Ya no basta con tener miles de accesos tiene que haber rentabilidad.
Ahí está el reto, si sabemos aprovechar esta ola, y los españoles han demostrado gran capacidad para ello, puede estar en el sector TIC el gran reactivo para salir de una vez de la crisis. Estoy seguro de que será así, y agentes como Computing, a quien felicito en su decimoquinto aniversario, contribuirán no poco a lograrlo.