La supervivencia del más fuerte

Resulta imposible hablar de 2010 sin mencionar la palabra ‘crisis’.

Publicado el 08 Mar 2011

La situación económica de nuestro país, lejos de estabilizarse, ha empeorado para muchas empresas, que se han visto obligadas a despedir a gran parte de sus empleados, a reducir sueldos e incluso, en muchos casos, a echar el cierre. Y, sin pretender ser pesimista, sino más bien realista, 2011 no se presenta mejor… Muchas compañías están sobreviviendo a fuerza de reducir al máximo sus costes y tirar de sus “reservas”, conseguidas gracias a una buena gestión realizada durante los años de bonanza. Pero cuando el dinero sale pero no entra, al final la saca se acaba vaciando, y por ello gran cantidad de empresas se encuentran al límite de su resistencia y miran temerosas al año que comienza.

Dicen que esta crisis está sirviendo para “limpiar” el panorama empresarial. Dicen que sólo los más fuertes sobreviven a estas situaciones, y que son los más débiles los que se quedan por el camino. También dicen que los que sobrevivan saldrán reforzados, pues serán los que estarán ahí cuando llegue el momento de la reconstrucción, de la reactivación económica, y podrán llevarse una parte del pastel que les permitirá olvidarse de las amarguras pasadas…

Durante este año hemos sido testigos de importantes despidos en grandes empresas de los sectores más diversos: el farmacéutico, el de automoción, el tecnológico… Pero la crisis también se ha cebado también con el sector Servicios, especialmente caracterizado por actividades profesionales independientes, empresas de hostelería, transporte, información y comunicaciones, seguros, actividades inmobiliarias, servicios personales, etc. Según el INE, el sector Servicios reúne a más de la mitad de las empresas españolas con menos de 10 empleados. Por tanto, se trata de un sector constituido mayoritariamente por pymes, o más exactamente, por microempresas; aspecto que, por otra parte, caracteriza al tejido empresarial español en su conjunto: del total de empresas españolas (3.291.263 a 1 de enero de 2010, 64.567 menos que el año anterior), el 95% emplea a, como mínimo, 9 personas, y un notable 54% carece de asalariados.

Volviendo a lo dicho, a la luz de estos datos podemos afirmar que, en el entorno empresarial, ser fuerte no tiene necesariamente que ver con ser grande, sino que está relacionado con una manera de hacer las cosas, un modo de entender y de gestionar el negocio, una apuesta decidida por la innovación y una actitud perseverante para ser cada día más competitivos.

Competitividad
España no está en sus mejores momentos en lo que a competitividad se refiere. Según el Informe de Competitividad Global 2010-2011 del Foro Económico Mundial, que analiza en 139 países de todo el mundo 12 pilares esenciales para la competitividad de una economía, como el marco institucional, las infraestructuras, el entorno macroeconómico, la educación, la eficiencia de los mercados o la innovación, España ha perdido nueve posiciones respecto a los resultados obtenidos hace un año, situándose en el puesto 42, por detrás de países como Estonia, Chipre o Puerto Rico.

Entre los factores que favorecen la pérdida de competitividad española destacan una baja presencia de las nuevas tecnologías y de la investigación y desarrollo (I+D), una difícil transmisión a las pequeñas y medianas empresas de mecanismos que favorezcan la innovación y un escaso desarrollo de mecanismos e instrumentos financieros que apoyen las actividades innovadoras.

Para ser competitivos no sólo hay que competir en costes, sino también en procesos productivos, calidad de productos, tecnología y cuota de mercado. En definitiva, las nuevas tecnologías pueden contribuir enormemente a la mejora de la situación de la economía española, siempre y cuando éstas se acometan desde el primer escalón: la microempresa. La modernización de este segmento empresarial es vital para que estas empresas sean fuertes, competitivas y rentables, pero de ese 95% de empresas con menos de 10 asalariados, sólo el 61% dispone de ordenador y sólo el 53% utiliza Internet para el negocio, tal y como se recoge en el informe ePyme 2009 publicado por Fundetec.

Recientemente, el Observatorio de las Finanzas Corporativas incidía en la necesidad de reestructurar el atomizado mapa empresarial español con el fin de ganar en tamaño, en eficiencia, y por tanto también en capacidad negociadora y de acceso a nuevos mercados. No sé si esto podrá llegar algún día a ponerse en práctica en nuestro país, pero además de la concentración, este foro también considera necesario imponer políticas económicas que desarrollen las exportaciones, incentivando la innovación y la inversión en I+D; simplificar los procesos en la creación y desarrollo de una sociedad mercantil; mejorar los procedimientos a la hora de establecer una empresa en el exterior; y apostar por la especialización productiva, sobre todo la relacionada con las nuevas tecnologías.

Administración sin papeles
La imposición de medidas de obligado cumplimiento por parte de la Administración Pública en materia de procedimientos tecnológicos ha obtenido resultados positivos en cuanto al uso de aplicaciones tecnológicas. Ejemplo claro son la Agencia Tributaria o la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que han permitido dar pasos de gigante en la implantación de las nuevas tecnologías en el ámbito empresarial al obligar a las compañías a utilizar exclusivamente sistemas telemáticos para presentar sus cuentas de resultados.

Ahora, el Estado se ha propuesto alcanzar la Administración sin papeles en 2015, lo que se traducirá en la digitalización de todos los trámites administrativos, la plena incorporación de la firma electrónica y el eDNI, y la migración de todos los registros hacia el formato digital. Ello obligará a las pymes y autónomos a utilizar la firma electrónica y la factura electrónica al operar con la Administración. Sin embargo, a día de hoy estas empresas están muy lejos de este objetivo. Según un informe del Ministerio de Industria publicado el pasado mes de abril, sólo el 12% de las pymes utiliza la facturación electrónica en sus relaciones comerciales. La mayoría de estas empresas piensa que su implantación es cara y compleja y desconoce cómo abordarla –una vez más, la falta de información se convierte en la principal traba-, y muchas señalan que la implantarán como algo inevitable si se lo exigen, aunque al tener externalizada la contabilidad será su gestoría quien asuma su implantación. Por tanto, si es así seguiremos en las mismas…

La incorporación sensata y bien dirigida de las TIC puede contribuir a mejorar la balanza comercial, a incrementar la competitividad de las empresas, reduciendo costes innecesarios en sus procesos, a fabricar productos de mayor calidad, a crear nuevos puestos de trabajo en el sector tecnológico… Pero es necesario seguir invirtiendo en políticas activas de fomento de la Sociedad de la Información en nuestro tejido empresarial, con especial incidencia en la pyme, la microempresa y el autónomo, adoptando medidas de formación e información, proporcionando ayudas, subvenciones y facilidades de financiación para estos pequeños empresarios, e incentivando así su entrada en el Universo Digital. Sólo apostando por la modernización de la pyme y por la transferencia del conocimiento y la tecnología desde el entorno universitario hacia estos segmentos empresariales podremos contar con una economía y un tejido empresarial innovador, a la altura de los tiempos y con la fortaleza suficiente para salir bien parados de la actual coyuntura económica.

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Redacción Computing

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