Se han abierto las puertas a eso que se lleva llamando ‘nueva normalidad’. Tras un confinamiento social y económico, y laboral, difícil de digerir, la espera ha hecho brotar, por fin, un manto de oportunidades al que nos estamos aferrando como tabla de salvación. Se trata de un escenario sacado de contexto, si echamos la vista atrás y lo vemos desde la perspectiva de principios de año. El mérito hay que dárselo a la tecnología, que ha permitido en unos meses dar un salto de varios años, un despegue que nadie se hubiera podido ni imaginar sin el impacto de la Covid. Sí, porque ¿quién se hubiera atrevido a aventurar la evolución exponencial que han tenido las herramientas de videoconferencia y colaboración? ¿La nube hubiera tenido tantos adeptos golpeando a sus puertas a la carrera como si fuera el primer día de rebajas? O qué decir de las cadenas de ensamblaje, carburando a toda máquina ante la demanda de miles y miles de ordenadores personales después de que nos mandaran a todos a casa. Esa nueva normalidad cambiará la forma de relacionarnos, de adquirir bienes y servicios, de trabajar. Habrá sin duda un antes y un después.
Esa ‘nueva normalidad’ que se quiere entregar no será disruptiva, innovadora, revolucionaria, si se mira de nuevo hacia atrás y no se ha tomado conciencia de lo aprendido
Pero también hay otro punto de vista, ese que dictamina que las cosas quizás ahora estén en su sitio o, mejor dicho, muchas de ellas. Sí, porque quizás esa ‘nueva normalidad’ debería haber convivido con nosotros desde antes. Es posible que hayamos estado constreñidos, sujetos y con miedo a demarrar, a evolucionar, ante un posible resbalón que nos dejara en la cola del pelotón; y es que ha habido demasiados temores por parte de aquellos aferrados al pasado. Quizás, hasta es posible que no hayamos sido lo innovadores y revolucionarios que nos creíamos. De hecho, pensándolo bien, es muy posible que no. Es posible que haya sido una pandemia de esta magnitud la que ha tenido que venir a abrirnos los ojos para obligarnos a ajustar el cinturón y pisar el acelerador, y cambiar de rumbo. Sanidad, Educación, Administración, Retail, Industria… nada va a ser igual en muchos de estos sectores, pero hay que decir que para bien, porque van a salir reforzados en esta ‘nueva normalidad’ en la que nos adentramos. Pero no nos dejemos engañar, esa ‘nueva normalidad’ que se quiere entregar no será disruptiva, innovadora, revolucionaria, si se mira de nuevo hacia atrás y no se ha tomado conciencia de lo aprendido.