Estamos siendo testigos, en primera persona, de cómo la revolución tecnológica está impactando en nuestras vidas. Hoy, es una realidad afirmar que el espacio digital es un contexto de socialización y desarrollo vital plenamente consolidado y que, por ello, la transformación digital de nuestra sociedad plantea retos enormes para todos, también desde el punto de vista educativo.
La educación viene experimentando una primavera de innovación en los últimos años que ha supuesto, entre otras cosas, replantearnos el rol docente, introducir metodologías activas y técnicas didácticas y cuestionarnos la pertinencia de los aprendizajes y al desarrollo de destrezas del alumnado.
Gran parte de esta ola de transformación educativa se ha apoyado en la tecnología, que la ha hecho viable, pero que también ha introducido nuevas asimetrías entre alumnos en función del centro educativo al que pertenecen.
Tenemos mucho trecho todavía por recorrer y, a pesar de que nadie pone en duda la necesidad de una transformación digital profunda de nuestro sistema educativo, no son tantos los centros que han ido más allá de la mera sustitución o introducción de tecnología, transformando las prácticas de enseñanza, el modo en que aprenden los alumnos y trabajan sus profesores.
No son tantos los centros que han ido más allá de la mera introducción de tecnología, transformando las prácticas de enseñanza, el modo en que aprenden los alumnos y trabajan sus profesores
La transformación digital es un reto que va mucho más allá de los recursos; de introducir dispositivos y plataformas en las aulas. Es un reto de transformación que afecta a los procesos educativos, el modo en que los profesores desempeñan su trabajo y, sobre todo, la forma en que los alumnos aprenden.
Tras estos años de cambio, hay suficiente recorrido en muchas instituciones que nos permiten describir qué funciona y que no funciona en términos de transformación digital aplicada al aula. Por ello, es importante que desde los centros educativos se puedan garantizar, los siguientes cuatro puntos:
1. En primer lugar, hemos de ser capaces de facilitar a nuestros profesores y alumnos un soporte digital sencillo y que funcione siempre de los procesos de aula. Esto son los llamados LMS (Learning Managment System).
2. El segundo escalón a conquistar, es el de la digitalización de contenidos en dos formas: (a) optando por contenido digital de calidad que podamos integrar de forma flexible al emplear metodologías activas y, (b) pudiendo crear nuestro propio contenido de forma segura y fácilmente accesible. Los proyectos maduros en transformación digital cuentan con profesores que crean contenidos para los proyectos de aprendizaje, talleres y propuestas didácticas personalizadas.
3. Hemos de optar por incorporar plataformas para la colaboración y creación de contenido que, siendo seguras para el uso en entornos escolares, permiten que alumnos y profesores desarrollen las destrezas necesarias para afrontar los retos y problemas presentes y futuros. Necesitamos que nuestros alumnos aprendan con las mismas herramientas que están presentes en el tejido productivo que se ha transformado digitalmente.
4. Por último, no hay transformación sin una apuesta decidida por procesos de coaching y capacitación del equipo docente y sin cambiar la evaluación del alumnado, haciéndola más auténtica y para que les sirva para seguir aprendiendo y hacerlo cada vez mejor.
Sin duda, la experiencia de aprendizaje digital en las aulas ha llegado para quedarse, y nos permite ser más eficaces, introducir nuevas metodologías y personalizar el aprendizaje para que cada alumno pueda alcanzar todo su potencial. Por ejemplo, desde el colegio bilingüe, Mirasur School, los alumnos aprenden sobre tecnología, con tecnología y gracias a la tecnología.