Albert Einstein reconocía no tener ningún talento especial, solo que él era apasionadamente curioso. En España oímos hablar hoy de la escasez de talento, incluso se dice que puede ser más acuciante que la escasez energética que tanto preocupa y tantos titulares copa en estos tiempos. No es solo una impresión, ya que los datos objetivos lo confirman: en el sector tecnológico hay 120.000 empleos sin cubrir por falta de perfiles adecuados, según DigitalES; si ampliamos la vista a otros sectores, de acuerdo con el INE, en España hay desde 2018 unos 100.000 puestos de trabajo cada trimestre que no se cubren. Pero a lo mejor no es solo cuestión de que padezcamos una sequía de talento. Posiblemente lo que necesitamos es buscarlo, orientarlo y aprovecharlo mejor.
Paralelamente, nuestro país sufre un conocido déficit en innovación. En el marco del Pacto por la Ciencia, que hemos firmado más de 80 entidades, nos hemos fijado el objetivo de alcanzar el 3% del PIB de inversión en I+D+i en 2030. Pero los datos de 2021 nos dicen que seguimos en el 1,41%, muy alejados de dicho objetivo y de la media europea. Y más allá de los indicadores, tenemos mucho que mejorar en lo que se refiere a la transferencia de dicha innovación a la sociedad. Para dar el salto que necesitamos, será fundamental el papel de las empresas, la colaboración-público privada y los efectos transformadores del Plan de Recuperación, a partir de los fondos europeos. Pero, sea como sea, necesitaremos a las personas. Dicho de otra manera, no habrá innovación sin talento.
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Desafíos para España
Dos son los grandes desafíos que tenemos en España en relación con el talento. Uno ya lo hemos esbozado: conciliar oferta y demanda del trabajo, de manera que limitemos los desajustes que hoy presenta el mercado laboral, no solo en España. El otro mira más al futuro: asegurar la formación que necesitarán nuestros jóvenes para desenvolverse en el mundo que nos viene y, en concreto, para ejercer los nuevos empleos. La OCDE avisa de que el 65% de los niños que hoy van a la escuela trabajará en una profesión que todavía no existe. Y el Foro Económico Mundial estima que durante el pasado año ya han surgido 133 millones de trabajos nuevos.
Ideas para una España más sostenible
Desde la Fundación I+E, en 2022 hemos puesto en marcha el proyecto Ideas para una España más Sostenible. Su propósito es ofrecer un punto de observación y canalización de ideas para construir una España más sostenible a través de la innovación, la industria, la formación o la tecnología, siempre bajo el prisma de transformar la sociedad y el entorno. La tercera edición, publicada en septiembre de 2022, aborda la formación que necesitamos para un mercado laboral sostenible. Y formula una serie de propuestas, de las que merece la pena destacar aquí aquellas que tienen una relación directa con el impulso innovador que necesitamos, ya que no tendrá suficiente empuje si no contamos con las personas y el talento que lo hagan posible. Dichas propuestas son las que siguen a continuación:
Fomentar las vocaciones científicas y técnicas. Hablamos de estimular el estudio de materias STEAM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas) entre niños y niñas, con campañas que despierten el interés por la tecnología, la investigación y la experimentación. Pero también hablamos de poner en marcha programas de captación de profesores de matemáticas y disciplinas técnicas.
El Foro Económico Mundial estima que durante el pasado año ya han surgido 133 millones de trabajos nuevos
Desarrollar el talento y las competencias para la empleabilidad. Debemos potenciar más que nunca las capacidades que no tienen las máquinas ni los robots y que nos hacen insustituibles. Nos referimos al pensamiento crítico y analítico, la creatividad, la inteligencia emocional, el trabajo en equipo o la toma de decisiones. En definitiva, sumando la primera propuesta con la segunda, que tanto si se decantan por ciencias como por humanidades, nuestros jóvenes aprendan a pensar y crear.
Hacer más efectivo el sistema de FP. Tenemos una nueva ley que debemos ayudar a desarrollar. Por un lado, poniendo énfasis en la colaboración estrecha con las empresas. Y fundamentalmente, en la adaptación de la oferta formativa a los cambios que están determinando las nuevas demandas del mercado laboral. Es decir, para esas nuevas profesiones que están apareciendo, la mayoría relacionadas con la tecnología, donde necesitaremos gente preparada para ejercerlas.
Inculcar el concepto de aprendizaje durante toda la vida. Ya no se trata de hacer una carrera y vivir siempre ejerciéndola o de ‘colocarnos’ en un puesto hasta que nos jubilemos. Por ello, debemos promover modelos que permitan a las personas reciclarse, reinventarse y adaptarse a la realidad cambiante. Y fomentar asimismo que la enseñanza propicie personas flexibles, con conocimientos y capacidades para hacer diferentes cosas.
Incluir los lenguajes y herramientas de programación en el currículo escolar desde etapas tempranas. Pero teniendo en cuenta que aprender a programar debería ser el primer paso. Lo que necesitaremos serán mentes capaces de crear soluciones a través de la programación, a medida que esa tarea vaya pasando también a ‘manos’ de los robots. Una vez más, hablamos de desarrollar la humana e intransferible virtud de pensar.
Conectar definitivamente la universidad con las empresas. Más que decirlo, hacerlo eficientemente, por ejemplo, mediante formación complementaria y prácticas curriculares, así como incorporando a profesores a proyectos desarrollados por las compañías. También fomentando y sacando partido de aquellas materias de investigación que sean aplicables en la actividad económica y pongan en relación el conocimiento avanzado con la visión empresarial.
Desarrollar planes de reinserción laboral. Se trataría de establecer, conjuntamente con las empresas, modelos de trabajo y colaboración para recuperar y aprovechar el conocimiento y la experiencia de profesionales que han quedado apartados del mercado laboral a pesar de lo mucho que tienen que aportar, tanto a las empresas como a la sociedad. Nadie ha dicho que la innovación tenga que estar reñida con la edad.
El componente humano como factor diferencial
Pero todas estas propuestas no tendrán sentido si no mantienen un denominador común: contemplar el componente humano como factor diferencial. Tanto las tecnologías emergentes como los avances en cualquier ámbito han de servir ante todo para potenciar a las personas e incrementar su valor en la economía y en la sociedad. Solo así tendremos personas y talento al servicio de la innovación.
Decía Leonardo da Vinci que los hombres geniales empiezan grandes obras y los hombres trabajadores las terminan. Aplicándolo a la tarea que tenemos por delante, ciertamente nos hará falta una visión certera, si no genial, de adónde debemos ir, pero también mucho trabajo, voluntad y determinación. Y colaboración entre todos, incluidas empresas, sector educativo e instituciones, a fin de cimentar esa sociedad del conocimiento que no solo sustente un mercado laboral sostenible, sino que ponga a las personas en el centro sin dejar a nadie atrás. Tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras, y a diferencia con lo dicho por Leonardo, esta obra no la terminaremos, porque nunca dejará de empezar.