La tecnología cloud se ha convertido en la piedra angular de la transformación digital empresarial. La pandemia dejó muy clara su importancia y provocó que muchas empresas, de sectores muy diversos y que hasta ese momento no se habían planteado iniciar ningún cambio en su infraestructura tecnológica, tuvieran que acelerar su camino hacia la nube de forma precipitada para continuar con su actividad y reducir así el impacto en su cuenta de resultados. Dos años después, los directivos ya no se centran en valorar si es necesario o no utilizar estos servicios, sino cuál es la mejor solución para atender sus necesidades.
Algunas cuestiones que antes estaban en el punto de mira, como los requisitos de cumplimiento o aspectos técnicos como la seguridad o la gestión de la cloud, hoy ya se dan por hecho. La prioridad ahora se centra en los ejes principales de su uso, -independientemente de que sea una cloud pública o privada-, que versan sobre la flexibilidad, el dinamismo y el ahorro de costes que ofrece y que permiten implementar las soluciones más adecuadas en función de cada propósito o aplicación, sin que su actividad genere un incremento del impacto en su entorno.
La huella medioambiental y la sostenibilidad se han convertido en aspectos capitales para las compañías y en una prioridad en los comités de dirección. Los últimos datos de la encuesta de Sostenibilidad de Gartner de 2022 han puesto de manifiesto que nueve de cada diez empresas han aumentado su inversión en proyectos sostenibles entre 2017 y 2020, y planean incrementar aún más el gasto en el área para 2023. La búsqueda de tecnologías que ayuden a utilizar la energía de forma más eficiente y a reducir las emisiones de CO2 son dos de los principales objetivos, y es ahí donde la nube desempeña un papel fundamental.
La huella medioambiental y la sostenibilidad se han convertido en aspectos capitales para las compañías, y en una prioridad en los comités de dirección
Sin embargo, no solo hay que tener en cuenta el impacto que nuestra compañía genera en el medioambiente o la puesta en marcha de nuestras políticas de sostenibilidad, sino que los partners que nos acompañan en el camino deben estar alineados con los ODS de la Agenda 2030 y, en la medida de lo posible, incorporarlos en este nuevo ecosistema donde todos tienen que aportar para cumplir las metas marcadas. Por ello, apostar por el despliegue de una nube pública, permite a las empresas, no solo pensar en el impacto generado en términos de costes, sino también en el impacto de los objetivos en materia de sostenibilidad. La cloud pública proporciona un uso más eficiente de la electricidad, el calor y los recursos, ventajas que alivian su carga financiera y mejoran su huella de carbono. Y, lo que es más importante, los proveedores de la nube que obtienen la electricidad de fuentes de energía renovables aumentan considerablemente el potencial de sostenibilidad de sus servicios. Según diversos estudios, las empresas que migran sus aplicaciones a la nube reducen sus emisiones de carbono un 84%, gracias, en gran parte, al 65% de la reducción del consumo de energía.
No hay duda de que las ventajas de la nube pública son indiscutibles, sin embargo, muchas empresas se enfrentan ahora a un dilema. No es posible eludir los servicios de la cloud, pero a la vez deben cumplir con los estrictos requisitos legales del GDPR en cuanto a la protección de datos sensibles. Esta situación ha llevado a muchas compañías a evitar la nube pública por el momento, a pesar del riesgo que supone dejar pasar oportunidades competitivas y apostar por los entornos multicloud que, según los últimos datos de IDC, se espera que crezcan más de un 20% el próximo año.
La clave, sin duda, es contar con partners acreditados que permitan un despliegue adaptado a las necesidades, que estén alineados con nuestros objetivos de sostenibilidad, que accedan a acelerar las cargas de trabajo, optimizar los procesos y ganar tiempo para que las compañías lo puedan destinar a las tareas que generan valor e impactan de forma positiva en los balances económicos.