La pandemia ha funcionado como catalizador de nuevos hábitos digitales de los consumidores. En muy poco tiempo se ha intensificado la actividad en Internet en una sociedad en la que prima la inmediatez y en la que nos hemos acostumbrado a no contrastar la información que recibimos diariamente. Esto ha propiciado un mayor volumen de sesgos en la seguridad de la actividad digital y nos ha llevado, como sociedad, a reforzar la importancia de la prevención, la detección y actuación frente a este tipo de fraudes, que en algunos casos pueden suponer verdaderos trastornos para los ciudadanos.
Según el último estudio del Ministerio del Interior sobre Cibercriminalidad en España, los ciberdelitos han aumentado un 32% desde el comienzo de la pandemia. Y no solo eso, también se han profesionalizado aún más. Y en este contexto, el papel de las empresas es fundamental, pero no el único. Nuestra obligación es situar la ciberseguridad más cerca del negocio como única fórmula de éxito para garantizar la protección desde el diseño. Cuanto más cerca estemos de la innovación y de todas las iniciativas, mejor podremos asesorar sobre el uso de las tecnologías, las amenazas asociadas y todos los riesgos a los que nos enfrentamos. Y por fin, vamos dejando a un lado esa imagen de ‘stoppers’ que quizá años atrás era más común para un departamento de seguridad visto desde fuera. Ahora, traducimos los riesgos y participamos activamente en la ideación y toma de decisión para ir un paso por delante y ser más ágiles en la entrega de valor al cliente. La seguridad es un pilar estratégico y es básico poner todas las herramientas disponibles – procesos, tecnología y personas – para evitar que las ciber amenazas lleguen a nuestros clientes. Aun así, el papel del ciudadano es incluso a veces mucho más clave.
Hay que tener en cuenta que los ciudadanos son la primera barrera a la que se enfrenta un ciberdelincuente
Hay que tener en cuenta que los ciudadanos son la primera barrera a la que se enfrenta un ciberdelincuente. A veces esto se pasa por alto, pero también jugamos un rol didáctico para que cada uno sea consciente de cómo puede gestionar su información y privacidad asociada, sus trámites bancarios y cualquier actividad digital de forma segura. Tenemos la gran responsabilidad de concienciar y dar la máxima comprensión de la realidad de estos ataques, de cómo suceden y como evitarlos. Nosotros ponemos toda la tecnología a su servicio para detectar, anticipar y reducir los ataques y el fraude a la mínima expresión, pero un porcentaje alto del éxito depende del nivel de conocimiento que tenga el ciudadano para identificar un mensaje que no es de fiar o una solicitud para llevar a cabo una transacción inmediata que no ha ordenado. Por ejemplo, muchas veces pensamos que el fraude se ha producido por una vulneración en el banco, pero no ha sido así. El ciudadano lo ha identificado en ese momento, pero es posible que la navegación por Internet no haya sido segura, el dispositivo esté infectado o que los ciberdelincuentes hayan tenido acceso a datos personales en brechas sufridas por otras entidades y que estén disponibles para los ciber delincuentes. Navegar en modo incógnito, actualizar las aplicaciones desde repositorios de confianza, usar redes privadas y evitar las redes públicas o gratuitas, comprobar siempre la seguridad de las webs, usar contraseñas seguras, comprobar que las pasarelas de pago son seguras y activar tanto la verificación de doble factor como los antivirus son algunas claves para mantener nuestros datos a salvo y blindarnos contra la ciberdelincuencia. Pero tenemos que contárselo a los ciudadanos.
En definitiva, los bancos tenemos la responsabilidad de proteger a nuestros clientes, de garantizarles la seguridad de sus finanzas y los datos personales que nos confían. Nuestro deber es liderar la innovación en ciberseguridad, pero también divulgar toda la información necesaria para que conozcan las herramientas contra el hackeo que tienen a su alcance. Con la información en la mano, la seguridad será una ventaja más de los servicios online.
