Recientemente, algunos miembros del Congreso de los Estados Unidos han pronunciado algunas críticas contra mi empresa, Huawei. Además, se ha solicitado al Secretario de Educación de EEUU que investigara sobre si la colaboración de Huawei con universidades estadounidenses -de investigación científica básica- podría suponer una amenaza contra la seguridad nacional. En este sentido, creo que este tipo de críticas deja al descubierto un cierto nivel de desconocimiento sobre cómo funcionan la ciencia y la innovación hoy en día y, las considero, tal y como lo expresé en una entrevista con un medio de comunicación, opiniones no fundamentadas.
Mis palabras no fueron un ataque personal, por el contrario, intentaban poner en valor la importancia de la libertad académica como una característica esencial de las universidades modernas y en la que se sustenta todo el desarrollo tecnológico que permite cultivar las próximas generaciones de talentos científicos.
La libertad académica es la piedra angular del aprendizaje superior. Precisamente, es esta misma libertad, independiente de ataduras políticas y de otra índole, la que permite a los Estados Unidos atraer constantemente a las mentes más brillantes del mundo para estudiar e investigar dentro de sus fronteras. Asimismo, fortalece la posición indiscutible de los Estados Unidos como líder tecnológico a nivel mundial.
Tengo un doctorado en ingeniería y experiencia en investigación, a la que la Fundación Nacional de Ciencias define como “el estudio dirigido a incrementar el conocimiento o comprensión de las cosas,?sin aplicaciones específicas hacia procesos o productos”.
Si bien la investigación y el desarrollo corporativo tiende a centrarse en los resultados comerciales, las universidades dedican tiempo a las matemáticas, los algoritmos, la ciencia de los materiales y otras aplicaciones que quizás nunca supongan un beneficio económico. Incluso aunque la investigación diera sus frutos con el tiempo, cerrar la brecha entre la teoría y un producto comercial podría alargarse varias décadas.
Teniendo en cuenta esto, la colaboración entre universidades y empresas puede acelerar este proceso. El intercambio de conocimientos y recursos entre el sector privado, la academia y los institutos de investigación, se ha convertido en un motor vital del progreso científico y tecnológico.
Sin embargo, la financiación federal de los EE.UU., en lo que respecta a la investigación de la educación superior, ha disminuido constantemente en la última década. En la actualidad, representa menos del 50% del total de fondos de investigación universitaria de los Estados Unidos.
En este sentido, el patrocinio de empresas como Huawei proporciona gran parte del resto. La cantidad de dinero que asignamos para investigación en las universidades de los EE. UU. es modesta relativamente, aproximadamente unos 10 millones de dólares el año pasado, pero proporciona el apoyo necesario en forma de fondos, instalaciones y equipos de laboratorio. Nuestra colaboración con las universidades ofrece a los estudiantes universitarios y de posgrado la oportunidad de recibir capacitación y experiencia práctica. Nosotros ofrecemos este apoyo sin esperar un retorno comercial de manera directa.
Por el contrario, a lo que nuestros críticos alegan, los frutos de esta investigación constituyen un bien público y no una amenaza para Estados Unidos.
Los resultados obtenidos gracias a nuestras alianzas universitarias se publican y difunden en todo el mundo a través de tesis y artículos elaborados por profesores, doctores y estudiantes de postgrado.
El año pasado, Huawei invirtió 13.800 millones de dólares en I+D a nivel mundial
El año pasado, Huawei invirtió 13.800 millones de dólares en I+D a nivel mundial, ascendiendo nuestra inversión total en la última década a más de 60.000 millones de dólares. Actualmente la compañía cuenta con casi 80.000 patentes en todo el mundo, entre las que se incluyen unas 10.000 patentes en EEUU. Muchas de ellas son patentes esenciales para la industria de las telecomunicaciones y representan nuestra modesta contribución al desarrollo de la economía digital.
Antes de que cualquier investigación pueda materializarse en beneficios tangibles a la sociedad, las universidades y las empresas deben emprender juntos un viaje largo y, a veces, arduo. Esto requiere un trabajo incansable de innumerables científicos e ingenieros, que merecen un respeto por sus esfuerzos, en lugar de acusaciones por parte de políticos escépticos.
Los líderes políticos de mentalidad abierta deberían trabajar en conjunto para garantizar que las universidades de los Estados Unidos continúen disfrutando de la libertad académica que impulsa el progreso de los estadounidenses en ciencia y tecnología. Deberían hacerlo, preferiblemente, con la misma profundidad de comprensión, curiosidad y espíritu de investigación que muestran los científicos más reconocidos a nivel mundial.